Fue re lindo lo que hicimos, me acuerdo. La verdad que hoy, con todos los años que pasaron, me cuesta creerlo. Me cuesta entender que ese eras vos y que esa fue la única noche que recuerdo bien de nosotros. Hoy somos amigos. O no. No somos más amigos. Hay que sincerarnos. No es cierto que hayamos evolucionado a eso. Solo somos ex amigos que antes fueron ex garche y que hoy son dos conocidos desconocidos.
En ese final de madrugada, después de que haya terminado el turno de telo y sin un amanecer cercano porque era pleno invierno, la nieve iba a bajar a Buenos Aires. El frío era fuerte, no mucho más que otro de ese mes. Yo estaba muy enganchada porque al fin habíamos logrado cierta química. Dos meses pasaron hasta que lo sentí. Me estaba enamorando en ese preciso momento fechado con nombre de patria. Cuando en alguna reunión esporádica, de gente ramdom, de gente de facu o de laburo, de bondi, de mamis del jardín o de familiares o amigos de mi marido, alguien menciona la nieve y, por casualidad, se alejan de las anécdotas barilochenses y empieza el tópico "El día que nevó acá", yo recuerdo la calle Medrano y la Avenida Corrientes y a vos.
La intersección de frío y de nevada a la deriva está muy presente en el recuerdo. Me veo flaca y sin arrugas y con mucho rulo sano. Estoy parada con mis manos perdidas en mis bolsillos. Me siento la lana. Vos estás al lado pero no me abrazas. Nunca me abrazabas en las paradas de colectivos. Las despedidas eran frías como mi nariz. ¿Yo? Sonreía como pelotuda. Me veo re sonriente, contenta, diciendo frases elocuentes y de gran inteligencia. Mis respuestas rápidas, las que tanto te gustaban de mí. Y me muevo en el lugar con un temblor inclasificable porque busco tu brazo para transmitirte que para mí había sido una noche increíble. Esa postal porteña tengo.
Habías llamado tarde porque el día anterior habías cancelado de nuevo. No sé si salíamos como novios pero estábamos -yo estaba- en medio de ese raro comienzo entre coger y llevarse bien. Me recuerdo sonriente y buscando más calor que de la lana ocre. Dijiste alguna frase locuaz y de rápido pensamiento. Me hiciste reír. Era algo que me encantaba de vos. Tus palabras y tu voz.
Ese día en la parada del ciento sesenta o el ciento veintiocho, el primero que llegara, yo estaba muy feliz. Tuve el primer y único orgasmo con vos. Fue una gran cogida. Las anteriores no y me indicaban la pronta caída de la relación. Estaba insomne pensando en eso cuando justo se te ocurrió verme pasada la una o dos de la mañana. Al aceptar la propuesta, le eche la culpa al destino y mi fe en el tarot. La astrología también me llenaba la cabeza con vos. Eras el salvador, eras del signo de Cristo. Lo sos. Yo estaba en un falso lugar de sol en Aries. Tauro me terminó dando la razón pero todavía faltaban cuatro años. Todavía estaba en el ocho de julio y buscaba qué ponerme porque ibas a pasar en un rato. Viniste a buscarme en casa. Nunca lo hacías. Pero ese día sí.
Yo estaba re linda. Estaba re cogible. Lo sabía el espejo y vos. Por eso llamaste. Por mi cuerpito de cincuenta kilos. Y mis rulos hechos de curvas brillosas y maquillaje profesional. Olía a fragancia extranjera, ese perfume que no se hace más. Te esperé apretándome con el pantalón de corderoy que me regalaste. ¡Qué bien culo tenía yo! Y me abrigué. Tenía entusiasmo pero también olía la despedida. Y debería haberlo hecho en la parada del bondi donde un cafetero te vendió un cortado barato. Me compartiste un poco. No te quedaba más guita. ¡Fue la vez que pagaste todo el turno, el whisky al servicio y me agarraste fuerte las tetas!
Había sabor de despedida. Tuve esa excusa inconsciente para quedarme un ratito más con vos y dejé pasar uno que llegó rápido y repleto de noctámbulos y borrachos. Venía de Palermo el ciento sesenta. Hacía tiempo por la charla que no sé frenar pero en el fondo yo esperaba un abrazo tuyo. No hubo.
Un beso corto cuando no pude evitar el último colectivo de desplante. ¿Sabés cuántas líneas del área metropolitana dejé que se vaya para estar un rato más con el pibe que me gustaba? ¿Sabés cuántas líneas de merca tomaste esa noche? Supongo que las suficientes para ir de Devoto a Boedo y de nuevo a Munro o Vicente López, no sé pero no alcanzó para el pernocte. Y yo te vi un poco en el empañado vidrio y tuve ganas de escribirte un sms cuando llegué. Dos cuadras desde donde bajé hasta mi cama pensé en lo que fue esa vez. Las lenguas, tus caricias, tu mordidita al final de los chupones. Fue muy fuerte y acabé tan bien. Vos eras dulce en cada entrada, por eso me hiciste acabar. Me miraste fijo y me besaste cuello y tetas. Capaz era que estabas en una y todo lo receptivo que fuiste, lo devolviste en forma de ilusión. Pero yo acabé muy bien y a las dos horas todos en mi casa me despertaron para decirme que nevaba. Aguanieve afirmaban en la tele. Yo no salí a la calle. Desde la ventana ví caer los pedazos de algodón de agua. Vos mandaste un mensaje que decía que en devoto si era nieve real. Yo mandé una risa y después sin quitármela cerré la ventana, me volví a tapar toda para dormir satisfecha.
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AGUANIEVE (Cuento)
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Juan Manuel, Jue Dic 14, 2023 7:55 pm
Me gustó mucho la voz de la narradora. El tono coloquial. Me costó un poco verlo a él. Creo que recién lo pude ver hacia el final, no lo imaginaba así. Pero disfruté mucho la lectura.