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El lamento

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Fernando_Garcia, Vie Dic 15, 2023 10:08 am

Autor: Fernando Daniel Garcia Guevara
Todavía deambulo en las tinieblas de la inconsciencia, mientras camino indiferente a todo lo que me rodea, completamente inmerso en mis pensamientos, punzantes ideas que perforan mi mente, con tal fervor que, cada cierto tiempo brotan sin control, humedeciendo mi vista y cayendo precipitadamente a través de mi mejilla.
Todo es oscuro y sombrío, ya nada tiene sentido; la única verdad absoluta, a la cual me aferro, es que soy un ser ruin y despreciable, con sangre fresca escurriendo por mis nudillos y manchando la suela de mi botín izquierdo. La gente a mi alrededor se ha convertido en sombras que ignoro al pasar apresurado.
Ignoro todo aquello que me llevo a este momento, nada es claro, como si mi mente se hubiese convertido en un sinuoso laberinto de pensamientos, y yo estuviera inmerso en el centro del mismo, sin ningún deseo de escapar.
Me detengo un momento para tomar un respiro, el aire frio congela mi pecho a su paso, y el dolor me recuerda que aun pertenezco al mundo de los vivos, rendido ante el cansancio, me inclino y tomo asiento en un pórtico.
La paz es efímera.
Llevo mis manos a mi rostro, como si pudiera desvanecer el mundo a mi alrededor, y permanezco inerte una eternidad, mientras las imágenes comienzan a rebosar mi memoria y me pregunto:
¿Por qué lo escogiste a él? No merecía esto. -
Al terminar mi grito desesperado, siento como abruptamente mi corazón se acelera, mi respiración se vuelve torpe como si el aire fuese escaso, mis manos tiritaban con fuerza, mientras permanezco inmóvil y percibo únicamente un frio que recorre mi espalda. Trato de recuperar la postura, mientras mi mente grita:
Muéstrate inmundo ser, sé que estas cerca, puedo percibir tu nauseabunda esencia. –
Cierro los ojos mientras escucho como se acerca lentamente por mi espalda, hasta que lo siento frente a mí, su presencia perturba cada uno de mis sentidos, pero soy incapaz de mirarlo, a pesar de no ser nuestro primer encuentro.
Mantengo la mirada en el suelo, y las lágrimas comienzas a escapar de mi apresuradas nuevamente, mientras una imagen se aclara en mis recuerdos, como una fotografía recién revelada. Y recuerdo cuan feliz fui al tenerlos a mi lado; él era mi razón de vivir, la única razón que tenía.
Han pasado meses ya, desde su partida, no era justo que “eso” me lo arrebatara, simplemente era un niño, su mirada alegraba mis mañanas al verlo despertar, irradiaba una luz cálida y jovial, pero no tardó mucho en marchitarse; esa aberrante enfermedad apago su ser.
Esa noche, al cerrar suavemente la puerta de su cuarto, vi entrar “esa cosa” por la ventana entreabierta, una sombra que se acercaba lentamente hacia la cama, hasta que finalmente la vi, una bestia inmunda con la piel aferrándose grotescamente a sus huesos, con largos brazos que terminaban en garras afiladas, un rostro que se deformaba en la oscuridad, apenas visible por la luz del farol de la calle.

Ya cuando estuvo lo suficientemente cerca, pude notar su rostro, un animal asqueroso con grandes colmillos brotando de sus fauces, con ojos amarillentos sobresalientes sin expresión. Se detuvo y solo me miro por un par de segundos, pero mi presencia no tuvo importancia.
Logro erguirse en sus patas traseras, las cuales simulaban a pezuñas desgastadas, y lentamente se acercó a mi hijo, y con agilidad sobrehumana, lo arrebato de la cama, y solo pude escuchar un grito ahogado de mi pequeño, mientras aquel ente desaparecía.
Inexplicablemente, al regresar mi vista a la cama, el continuaba dormido allí, tranquilo como siempre; pero al acercarme a revisarlo, no podía entender lo que paso, mi mano fue recibida por la fría piel inerte de su rostro. Entendí entonces, que si lo aparto de mí.
Llame a su madre, mientras abrazaba con fuerza el cuerpo sin vida de mi hijo. No tardo mucho en entrar y yo solo pude ver como una mujer tan fuerte se desplomo al instante, al saber que perdió a su hijo para siempre.
La remembranza se desvanece y finalmente levanto la mirada, como si lograse quitarme un peso de encima, mientras recrimino con todo el odio que tenía:
Fuiste tú, quien se llevó a mi hijo aquella noche-
Mi vida se derrumbó en el instante que lo perdí, ya no fui el mismo después de eso, y todo aquel que escuchara mi relato pensaba que mi cordura me había abandonado y tal vez era verdad, pero me negaba aceptar que simplemente haya sido un arrebato de lúgubres ideas, causadas por su partida.
Desde aquella noche, ya no pude conciliar el sueño. Delirante por la idea de lo que vi, comencé mi búsqueda desquiciante, por encontrar la manera de traer a la vida lo que perdí, y todo me llevo a aquella cosa que tengo en frente.
Después de tanto, encontré manuscritos casi desechos y bañados en polvo con su descripción, una bestia tan antigua como la muerte misma, una aberración propia de pesadillas y delirios monstruosos; Iageff, el sabueso de la muerte, aquel ente que protegía celosamente a su amo, con la misión de arrastrar a almas seres depravados a las fosas de la penumbra.
Pero cada cierto tiempo, Iageff huía de la mirada recelosa de su amo, por un festín peculiar, seres cuya alma aún no ha sido corrompida por la maldad del mundo, en especial niños agonizantes.
Un silencio sepulcral acompañado de ráfagas de viento helado, me regresan a la realidad, y comienzo a moverme torpemente hacia esa cosa, mientras el cuerpo me pesa, y siento como cada uno de mis músculos se desgarran con el vaivén de mi cuerpo.
Ya no soporto todo esto.
Estoy tan cerca de él, que puedo sentir su aliento respirando en mi rostro, trato de articular palabras en mi boca, pero solo puedo expresar balbuceos incomprensibles, tomo aliento y me dirijo hacia él, ya no enojado, sino más bien con una voz suplicante.
-Ia …. Iageff, cumplí tu voluntad, te ofrecí el amor de mi vida a cambio de mi hijo-
No le di oportunidad de defenderse; mientras Marie despertaba en la mañana, me acerque a su alcoba con un cuchillo que tome de la alacena, cerré los ojos, y la atravesé con el cuchillo tantas veces, hasta que finalmente paro de gritar, retrocedí aterrado y el cuchillo cayo de mi mano y manchó mi botín, incapaz de entender lo que hice, simplemente salí de la casa y camine.

-Entrégamelo, te lo ruego-
El bestia giro la cabeza y en un segundo desapareció.
Mi mente quedo en blanco, no entendí que paso, un vacío en mi pecho comenzó crecer y el dolor era insoportable, no pude más y caí de rodillas, con mi mano golpeé el empedrado del piso hasta que comenzó a sangrar mis nudillos.
Me detuve, al escuchar una voz familiar, desde una esquina oscura de la calle.
-Papá, papá, estoy aquí…-
Mientras mi niño corría a mis brazos, no podía creer lo que pasaba, simplemente lo abrace con tanta fuerza, sin deseos de perderlo nunca más. Siento un cansancio inusual, mi visión se vuelve borrosa y mis parpados pesan demasiado.
Finalmente, me desplomo.
En la mañana siguiente, los periódicos del pueblo reportaban dos grotescas noticias, casos nunca antes vistos, que perturbaron a sus pobladores:
“Mujer de mediana edad es encontrada muerta en su propia casa”
“Se halla cuerpo sin vida de hombre adulto en una calle abandonada, abrazando a otro cuerpo de menor tamaño, se cree que puede pertenecer a un niño, el mismo que puede llevar muerto varios meses por su estado avanzado de descomposición”