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Uno para el concurso: "Yerba Mate". Cortito

Publicado: Vie Dic 08, 2023 5:32 pm
por Gise_cec
Llevábamos una semana de punta sin cenar. Las mañanas son duras cuando no se come a la noche, más si sabés que tampoco hay nada para engullir en el desayuno. Te vi entrar a la cocina arrastrando pesadamente los pies, rascándote el culo. Los rulos largos, más caóticos que nunca. Abriste la alacena y agarraste el tarrito con la foto del mundial ochenta y seis donde guardás la yerba. Imposible hacerte cambiar ese tarro, con la foto del Diego levantando la copa, no hubo forma de negociar con vos que lo actualices por uno de Messi. Tenías el mate en la mano izquierda, sacaste la bombilla y destapaste el tarro. Cayeron apenas tres palitos y el polvillo que queda siempre cuando ya no queda nada. Apenas cubrió cuarto mate. Miraste adentro de la alacena a ver si no había —por una extraña casualidad— otro paquete sin abrir, aunque sabías de antemano que no encontrarías nada. Por suerte no habías puesto la pava, al menos no calentaste agua al cuete.

Agarraste el banquito y saliste a la vereda. El sol empezaba a calentar contra la pared de ladrillos y había ya varios vecinos dando vueltas por la calle. La vieja Gómez barría inútilmente una vereda que era prácticamente de tierra, el afilador de cuchillos estaba en la esquina haciendo sonar su armónica, convocando a los malevos del barrio, y las chicas del bulín de la esquina renovaban la guardia.

Cuando veías irse a la Yanette seguramente pensaste que hacía mucho que no podías darte ese lujo. Antes, cuando trabajabas en la construcción, ibas todos los viernes religiosamente y siempre elegías la más linda. La Yanette era esa. Pelo negro largo, hasta ese culito redondo, y ojos verdes que desentonaban entre tanta mala muerte que la rodeaba. Una vez me llevaste a mí, querías que yo me haga hombre, pero me aclaraste que con ella no. Y la verdad que yo, ni con ella ni con ninguna otra. Sé que lo sabías, que te habías dado cuenta hacía tiempo, pero intentaste igual. Vos no querías que yo fuera una de esas pobres almas que tus amigos cagaban a palos a la noche de puro gusto.

Qué irónico, me cuidás de tus amigotes, pero a vos no te tiembla el pulso para darme una piña o un sopapo, “bien dado” según vos, para que entienda. Como la semana anterior, que me pusiste una trompada, cuando me encontraste la minifalda y la peluca colorada. Yo caí al piso, con el labio partido y mis ojos hacían fuerza para no darte el gusto, y me sorprendiste: al toque te pusiste a llorar como cuando éramos pibes y el viejo nos agarraba con el cinto. No te la devolví porque me di cuenta que te dolió a vos más que a mí. Eras una pobre criatura muerta de hambre y de miedo, una criatura de treinta años con la espalda hecha mierda por intentar trabajar honestamente.

Esta mañana me partió el alma verte ahí, contra el tapial, resignado a nada, porque ni forma tenía tu resignación. Sabía que ibas a estar ahí en el banquito, largo rato, imaginándote los mates que deberías estar tomando si la espalda no se te hubiera jodido y pudieras trabajar como antes. Así que salí por atrás. Con la peluca y la pollera cortita, con los labios pintados a tono con el pelo falso y las pestañas postizas que me regaló la Gerbe, mi amiga que trabaja en la ruta.

Regresé con los últimos rayos de un sol naranja que hacía nuestra miseria más bonita, y no me sorprendió verte sentado en el mismo lugar. Tenías la vista perdida en un perro flaco, que revolvía la basura sin encontrar ni un solo hueso. Ni siquiera me escuchaste llegar. Puse la bolsa que traje en la mesa, saqué el paquete de yerba y preparé el mate, con la rutina que te aprendí de tanto mirarte. Saqué la bombilla, dejé caer el verde oro molido, hice el agujerito al costado, eché el agua caliente y puse la bombilla.
Saqué el otro banquito y me senté a tu lado, con la peluca todavía puesta, y me puse a cebarte los mates. Esta noche yo cocino, te dije, y mañana los mates los cebás vos. Sonreíste justo, cuando la noche se encendía.