Entrevistas a escritores. Suscribite a nuestro canal de YouTube: https://youtube.com/@ediciones.diotima? ... dTydxLKeWr
Ver aquí los libros más votados del catálogo de Ediciones Diotima: https://www.diotima.ar/catalogoVot.php

LA CASA DEL RUSO

Administrador
Mensajes: 3

Marulanda20, Lun Dic 11, 2023 10:01 am

¿Quién o qué tipo de empresa puede regalarte la estadía, la vivienda temporal en una casa así como le pasó al Ruso y su novia Julieta? O sea, ¿qué trabajo lo hace? ¿El Ruso es contador, abogado? ¿Para quién trabaja? Porque yo escuché que hay países donde suele hacerse eso. Es un mito, te diría, no conocí a nadie a mi alrededor al que de verdad le paguen un alquiler o le den un lugar, hasta el Ruso, claro. Pasa con los que laburan en Google o se van a Tokio, no sé. O la clásica, en Yanquilandia en sus series y películas con esos trabajos que suelen ser funcionales a la historia, o para que chico conozca a chica, o al revés. O, la mayoría de las veces, para que suceda algo malo. Un diablo que resulta ser tu padre y te da trabajo en el mejor buffet de abogados del país, con los pecados, te da una mansión en la playa. O sos psicólogo de fantamas y te toca ir a la casa heredada y embrujada de Casper y lo terrorífico es una comedia romántica. Pero acá en Argentina, Chubut, Comodoro Rivadavia, al Ruso que no sé qué título tiene pero es un ex rugbier, ¿le pueden dar para vivir una casa gratis así como así? Yo no digo que trabaje con narcos u otra matufia, no. Lo que digo es que si te contara lo que es esa casa -casa gigante a la que fui en una fiesta de Navidad-, no me vas a creer.
Primero que quedaba en un barrio subiendo, colina o cerro, no recuerdo pero subiendo. Y después que apenas pasamos la puerta gigante, un pasillo decorado de enredaderas y flores nos chocamos con un patio de telenovela. Luces desde el piso, algunas estatuas, bancos como de plaza y mucho verde que nos fue señalando el Ruso con sus hoyuelos de chico bien mientras nos acercaba a la casa propiamente dicha. Ese es Freddy que lo compramos apenas nos mudamos, dijo con su dedo apuntando a un ser marrón todo arrugado, cara aplastada y piel de gamuza. El perro estaba durmiendo en una cucha diseñada como un panteón griego. La cucha también la eligió Juli. Combina con una alfombra gigante que tenemos. Dijo y abrió la puerta. Adentro esperaba mucha gente invitada. Estaba explotado de personas, humo y cumbia. Si el Ruso dijo algo después de que nos sacáramos las camperas y se las diéramos para que las suba, desconozco. Lo vi gritar al oído de Agus y los vi reírse tirando la cabeza hacia atrás pero nada más. Sospeché, más tarde, que le contaba que estaba Simona, la primera novia de Agustín porque era compañera de trabajo de Julieta. Simona, había sido promotora de carreras de auto antes de terminar derecho. Eso entendí cuando pregunté lo que hacía apenas la vi en la cocina y Agustín me dijo que ella era su noviecita de la primaria. La cocina era grande como todo ahí, con alacenas de algarrobo invitando a un viaje por los noventa. Había una mesa redonda gigante en el medio que dificultaba su paso a las heladeras del fondo. Y todo lo que se tomaba: vino, espumantes, vodka, gin, whisky, fernet y todas las gaseosas estaban en esa mesa invasiva. Pero Simona estaba a ciento ochenta grados de donde estaba yo haciéndome un Tom Collins mirándome con sus párpados anaranjados y brillantes. Su flequillo dorado no ocultaba su ojeada hacia Agus. Hola con la mano le hizo y yo asentí con respeto ninja pero quise salirme del círculo rápido. Me incomodaban mis celos y Agustín seguía recordando algunas anécdotas cuando la puerta al living empezaba a quedar lejos. Vamos, le pedí. Esperá que hay gente y quiero un Fernet. Empezó a hacerse un embotellamiento entre pasillo, puerta y mesa que en un momento me convertí en la bartender del pueblo. ¿Las casas regaladas se extienden mientras las habitan? Esa noche parecía que sí. Llegaba más gente, no veíamos que se fueran. Agus y yo no nos movimos de un costadito con aire que encontramos. Una ventana pequeña que soplaba a nuestras narices de frente, en nuestras espaldas la mesa empujándonos hacia Simona. ¿Adónde estará el Ruso? Preguntó Agus y le mandó mensajito. Cerró la tapa y un apagón nos sorprendió con el silencio del abucheo. En la oscuridad se multiplicaban las caderas y los vasos que se caían. Las botellas iluminadas por linternas de celulares se fueron repartiendo entre los brazos de los amontonados. Dame ese Jotaibé me grita mi novio. Agustín estoy sintiendo algo de claustrofobia, le pedí compasión y chocando los hombros con otra rubia tan naranja como Simona, logramos ir detrás de la mesada para que una escalera mágica, creada por las puertas de madera de las alacenas nos indicara el segundo piso de escape. Esa escalera daba a una sala de descanso con sillones de cuero rojo a lo largo y uno hundido en el medio haciendo de mesa ratona. Estaba el Ruso con el perro en un sillón acariciándole la oreja. Es que está nervioso y a Juli no la encuentro. ¿Ustedes la vieron abajo? Nos preguntó. No esperó nuestra negativa. Se fue a sentar de nuevo con el perro al medio. Toda esa sala era roja no solo los sillones. Entraba la luz de la noche por las ventanas. Una luz que prendía fuego los muebles. Ahí las ventanas eran grandes. Dos ventanas que daban al patio. Nosotros veíamos irse a los invitados desde ellas. Se están yendo todos, les dije. El Ruso estaba callado y tomaba desde el pico de una botella. Juli me dijo que no se iba, balbuceó. Hay un piso más, los cuartos están arriba, me contaba un amigo nuevo mientras me tragaba el costado del sillón. Nunca se va a ir, dijo, nunca. Le hablaba a la nada. Juli no se va, repetía como mantra. Ahí sube Juli, el desconocido le indica al Ruso. Pero yo no vi a nadie moverse hacia allá. Agus, ¿qué dice? No importa, tengo sueño. Y se acostó arriba de mis piernas. Juli me quiere, no se va. Y cerró los ojos con el perro de almohada. Los que nos refugiamos en ese cuarto dejamos caer nuestras bebidas en la alfombra helenística y no se escucharon más nuestras gargantas. Miré cada esquina y era yo la única despierta. Solo yo pude ver que la casa tenía vida. Te lo juro, ojalá mintiera. El montículo del medio empezó a inflarse y desinflarse como un enorme globo rojo. Y empezó a latir, cada taram taram era más grave que la música más temprano. El piso temblaba. El amigo de Agustín, ahí tirado, levitaba por la vibración. Yo lo vi varios centímetros sobre el piso. Quise gritar pero tenía la garganta cerrada, lo miraba al Ruso dormido al lado del perro. Y la cara del perro se comió a sí misma, no sé cómo pero no tenía más cara, era solo piel. Sin gritar solo me quedaba escapar, no vi puerta, no sé dónde estaba, las ventanas ya no iluminaban nada. Perdí la fuerza de mis piernas al querer levantarme. Me pesaba la cabeza de Agustín, la empujé pero volví a ser absorbida. Las persianas se cerraron, no podía verse más el afuera. La oscuridad color sangre se desvaneció en mis ojos cerrados. Pero no caí en sueño porque un aullido filoso me hizo convulsionar. Tuve un bostezo en forma inversa. La luz volvió justo ahí. La habitación roja se volvió carne viva. Y empecé a pestañear otra vez cuando nuevos gritos, esta vez de otra gente, vecinos que entraron con policías nos cachetearon y zamarrearon para que tosamos y saliéramos lo más rápido posible. Julieta no salió. Estaba debajo de la mesa redonda con Simona. Ninguna despertó. El amigo nuevo que no conocía, tampoco. Nos dijeron que fue una pérdida de gas aunque yo vi la ventilación y creí que las puertas al patio estaban abiertas todo el tiempo, esquivamos esa muerte. Al salir, en la calle yo sentí una voz igual de metálica que la que me despertó antes que me decía chau. La sacamos barata repitió Agustín. Yo no sé.

Administrador
Mensajes: 2

MONICALICIA_SP, Mar Dic 12, 2023 1:39 pm

Primer cuento que leo por aquí. Sentí mucha curiosidad, quería saber qué les sucedía a los invitados. Y el final, ingenioso.