El poeta va a un cumpleaños
Publicado: Mar Dic 12, 2023 1:28 pm
Solo y mimetizado en el extremo de un sillón negro, el poeta come pancitos de salvado con guacamole, hasta que la dueña de casa decide presentarlo:
—Él es poeta, dice. Los invitados hacen silencio y lo miran como si les estuvieran mostrando un bebé feo.
—Ah, mirá… Eso es todo lo que se escucha, dicho no se sabe por quién.
Luego de la incomodidad, se echa a rodar otra vez la bola de palabras, pero de pronto un joven embebido en malbec, interrumpe el barullo.
—Escribite algo, che— le grita desde el otro extremo de la sala.
Por causas que el poeta tratará infructuosamente de entender a lo largo de toda su vida, a los pocos segundos ya hay una veintena de voces entusiastas que se suman al pedido.
— ¡Qué escriba! ¡Qué escriba!— ruegan entre risas, haciendo sonar sus palmas.
La dueña de casa de inmediato trae un block. Una señora se para y clama a boca llena:
—Ay, qué antigua, nena, alcáncenle una Tablet—, provocando una diáspora de miguitas al pronunciar la segunda “t”.
Ya de pie, el poeta organiza en su mente un plan de escape esquivando muebles y personas, pero enseguida es rodeado por la horda y comprende que no tiene salida posible.
Entonces rechaza con un tímido ademán el block y la Tablet. Toma una servilleta de papel manchada, saca del bolsillo su mordida Bic azul trazo grueso, la sacude varias veces y escribe: “morir también es un verbo”
Entrega su texto al joven bebedor. Éste le da una ojeada y se lo pasa a una chica rubia, que a su vez se lo extiende a la señora de las miguitas, quien luego de leerlo atentamente, lo cede a una parejita de ancianos.
El poema va de mano en mano y una vez que todos los invitados ya lo han leído, se ponen de acuerdo con un solo gesto.
Avanzan hacia el rincón donde ha quedado el poeta y lo cagan bien a trompadas.
Oscar Marful
PD: Gracias por orientarme Gracoeña y Marcelo López Marán!
—Él es poeta, dice. Los invitados hacen silencio y lo miran como si les estuvieran mostrando un bebé feo.
—Ah, mirá… Eso es todo lo que se escucha, dicho no se sabe por quién.
Luego de la incomodidad, se echa a rodar otra vez la bola de palabras, pero de pronto un joven embebido en malbec, interrumpe el barullo.
—Escribite algo, che— le grita desde el otro extremo de la sala.
Por causas que el poeta tratará infructuosamente de entender a lo largo de toda su vida, a los pocos segundos ya hay una veintena de voces entusiastas que se suman al pedido.
— ¡Qué escriba! ¡Qué escriba!— ruegan entre risas, haciendo sonar sus palmas.
La dueña de casa de inmediato trae un block. Una señora se para y clama a boca llena:
—Ay, qué antigua, nena, alcáncenle una Tablet—, provocando una diáspora de miguitas al pronunciar la segunda “t”.
Ya de pie, el poeta organiza en su mente un plan de escape esquivando muebles y personas, pero enseguida es rodeado por la horda y comprende que no tiene salida posible.
Entonces rechaza con un tímido ademán el block y la Tablet. Toma una servilleta de papel manchada, saca del bolsillo su mordida Bic azul trazo grueso, la sacude varias veces y escribe: “morir también es un verbo”
Entrega su texto al joven bebedor. Éste le da una ojeada y se lo pasa a una chica rubia, que a su vez se lo extiende a la señora de las miguitas, quien luego de leerlo atentamente, lo cede a una parejita de ancianos.
El poema va de mano en mano y una vez que todos los invitados ya lo han leído, se ponen de acuerdo con un solo gesto.
Avanzan hacia el rincón donde ha quedado el poeta y lo cagan bien a trompadas.
Oscar Marful
PD: Gracias por orientarme Gracoeña y Marcelo López Marán!
