EDICIONES DIOTIMA: Café literario

Éramos el subsuelo
de la corrección, una trituradora
de palabras; y éramos tan lindos
y salvajes, tan corteses y maleducados.
Éramos chicos o adolescentes
o tal vez todo eso; éramos
dueños de las plantas del barrio,
las ventanas y los techos; de los suspiros
de la señora de enfrente, éramos.

Éramos tímidos, descarados;
bichos sin alas blindados al sol,
empapados de barro; éramos raros,
no encajábamos ni besábamos
muchas chicas; éramos mentirosos,
crueles y honestos; éramos
una pequeña colección
de cabezas huecas, éramos
capaces de leer Kafka
y de tatuarnos los brazos con lapicera
y tinta china.

Éramos una legión
de extranjeros en cualquier fe
y éramos la esperanza de nuestras madres.
Una erupción de la furia, éramos,
una ofrenda de paz;
un grupo de corazones rotos, éramos,
de mendigos sucios a la escuela,
de punta en blanco a la matiné;
Éramos los guachos de la esquina:
gritones, atolondrados,
siempre atrás de la pelota;
éramos la única certeza
de estar en casa.