Efecto secundario (relato de terror)
Publicado: Mar Dic 12, 2023 9:55 pm
Efectos secundarios:
-¿Hace cuánto falleció su hijo?
-Mañana se cumplen dos años.
-¿Qué edad tenía?
-12 años y medio.
-¿Cuál fue la causa de su fallecimiento?
[La mujer se emociona]
-Tome un poco de agua, señora, y respire profundo.
-Perdón.
-No se preocupe. Prosiga, por favor.
-Le gustaba demorarse en la bañera, jugando con sus barcos; la llenaba más de lo que le permitía y le echaba mucho jabón para que se formara espuma, y no salía hasta que se le arrugaban las puntas de los dedos. Yo le decía [la mujer se ríe], le decía que si no salía del agua se iba a volver viejo como el abuelo. Una mañana de domingo llamaron a la puerta de manera insistente y lo alcé fuera de la bañera para poder atender; lo cubrí con un toallón y le pedí que me aguardara en el dormitorio; no demoré más de un minuto en volver. Me cercioré, a la distancia, de que no estuviera nuevamente jugando en el agua y fui una corrida al patio en busca de la ropa que iba a ponerse para el cumpleaños de su prima. Siempre le quitaba el tapón a la bañera y lo colocaba sobre el botiquín, fuera de su alcance, pero esa mañana no lo hice [la mujer rompe en llanto]. Soy una estúpida, merezco el peor castigo.
-No diga eso; fue un accidente.
-Discúlpeme.
-¿Le sirvo otro vaso de agua?
-No, gracias. Le hago una pregunta.
-La escucho.
-¿Cómo…? No sé cómo hacer la pregunta [la mujer piensa un momento]. ¿Cómo van a hacer para traerlo? No creo en esas cosas…
-¿En qué cosas, María?
-En la invocación de espíritus.
-No vamos a hacer una invocación, no somos médiums o brujos; somos científicos.
-Disculpe. No quise ofenderlo.
-No puedo asegurarle que vaya a funcionar, por eso necesitamos de su colaboración. Lo que sí puedo asegurarle es que es totalmente seguro.
-Comprendo.
-Lo único que tiene que hacer es tomar esta píldora cuando se encuentre relajada en su hogar. Es importante que se encuentre sola y que evite cualquier tipo de interrupción [el doctor le señala el móvil que María dejó sobre el escritorio]. Le recomiendo que la beba de noche, lo más tarde posible. ¿Comprende?
-Sí, señor. Le agradezco de corazón por la oportunidad.
María no pudo esperar a llegar a su casa; creía que la píldora roja que llevaba en su bolsillo, valía más que su propia vida; juntó saliva en su boca y la tragó con la prisa de un ladrón acorralado que intenta ocultar una gema o un diamante de sus captores. Al llegar, cerró las ventanas, apagó el móvil y se recostó en la bañera, buscando relajarse como le había recomendado el doctor.
Al cabo de unos minutos, un ruido fuerte la puso alerta. ¿Se había dormido?, no estaba segura pero el agua parecía mucho menos caliente. La ansiedad y el nerviosismo que sintió días antes de visitar el laboratorio, le provocaron insomnio. Se levantó, bruscamente, derramando agua en el suelo; se colocó una bata y recorrió el pasillo largo hacia el living. Varias cosas habían sido desplazadas y otras tumbadas, y un rastro de sangre condujo su atención hacia la chimenea.
“Mili, Mili”, llamó María, atemorizada, mientras chasqueaba los dedos, esperando que la gata saliera de la oscuridad de aquel hueco. Y sin sacar la vista de ahí, se inclinó, lentamente, buscando encender el velador. Tanteó la mesita hasta dar con la tecla, para descubrir que una criatura horrenda se estaba devorando a su mascota. El alarido emitido por la mujer logró espantar a esa cosa, que, con mucha agilidad, trepó por la campana, abandonando a su presa.
[Al día siguiente, por la mañana, la mujer retornó al consultorio. Estaba muy agitada y alterada.]
-¡Cálmese, señora! ¡Insisto: no fue real!
-¡Asesinó a mi gata!
-¡Su gata está bien, se lo aseguro! Solo fue un mal…
-¡Esa cosa no era mi hijo!
-Tuvo un efecto adverso a causa del estrés y el insomnio. Por eso le remarqué que era importante que usted se sintiera tranquila.
-Yo sé lo que vi.
-Lo que vio no fue real. El fármaco provoca un sueño vívido que debía haber sido hermoso, pero evidentemente no fue así.
-¿Y ahora qué hago? ¿Y si esa cosa sigue ahí?
-Vaya a su casa sin miedo; estará todo bien, se lo prometo. Y disculpe el mal trago.
Antes de cruzar la puerta de entrada de su casa, tomó un adoquín suelto del patio delantero. Le costó encontrar la llave correcta en el manojo que dejó caer, entorpecida por el miedo. Abrió la puerta y arrojó el objeto al percibir movimiento en el interior, y casi le atina a la pobre gata que, efectivamente, se encontraba con vida y sin un solo rasguño. Más allá de la grieta que había causado el proyectil en los cerámicos, todo estaba en orden. María corrió las cortinas para que ingresara la claridad del día, alimentó a la mascota y luego le quitó el tapón a la bañera para desagotarla. Se dirigió a la cocina para poner agua a calentar y desde ahí oyó chapoteos que provenían del baño. La misma criatura que la visitó en la noche, presionaba el cuerpo de un niño que se resistía en el interior de la bañera. La mujer tomó una cuchilla y corrió hacia el cuarto, decidida a enfrentarla. Pero llegó tarde; las últimas gotas de agua se escurrían entre sus dedos, hacia el desagüe, donde escuchó la voz de su hijo, llamándola: Maamiiiii.
-¿Hace cuánto falleció su hijo?
-Mañana se cumplen dos años.
-¿Qué edad tenía?
-12 años y medio.
-¿Cuál fue la causa de su fallecimiento?
[La mujer se emociona]
-Tome un poco de agua, señora, y respire profundo.
-Perdón.
-No se preocupe. Prosiga, por favor.
-Le gustaba demorarse en la bañera, jugando con sus barcos; la llenaba más de lo que le permitía y le echaba mucho jabón para que se formara espuma, y no salía hasta que se le arrugaban las puntas de los dedos. Yo le decía [la mujer se ríe], le decía que si no salía del agua se iba a volver viejo como el abuelo. Una mañana de domingo llamaron a la puerta de manera insistente y lo alcé fuera de la bañera para poder atender; lo cubrí con un toallón y le pedí que me aguardara en el dormitorio; no demoré más de un minuto en volver. Me cercioré, a la distancia, de que no estuviera nuevamente jugando en el agua y fui una corrida al patio en busca de la ropa que iba a ponerse para el cumpleaños de su prima. Siempre le quitaba el tapón a la bañera y lo colocaba sobre el botiquín, fuera de su alcance, pero esa mañana no lo hice [la mujer rompe en llanto]. Soy una estúpida, merezco el peor castigo.
-No diga eso; fue un accidente.
-Discúlpeme.
-¿Le sirvo otro vaso de agua?
-No, gracias. Le hago una pregunta.
-La escucho.
-¿Cómo…? No sé cómo hacer la pregunta [la mujer piensa un momento]. ¿Cómo van a hacer para traerlo? No creo en esas cosas…
-¿En qué cosas, María?
-En la invocación de espíritus.
-No vamos a hacer una invocación, no somos médiums o brujos; somos científicos.
-Disculpe. No quise ofenderlo.
-No puedo asegurarle que vaya a funcionar, por eso necesitamos de su colaboración. Lo que sí puedo asegurarle es que es totalmente seguro.
-Comprendo.
-Lo único que tiene que hacer es tomar esta píldora cuando se encuentre relajada en su hogar. Es importante que se encuentre sola y que evite cualquier tipo de interrupción [el doctor le señala el móvil que María dejó sobre el escritorio]. Le recomiendo que la beba de noche, lo más tarde posible. ¿Comprende?
-Sí, señor. Le agradezco de corazón por la oportunidad.
María no pudo esperar a llegar a su casa; creía que la píldora roja que llevaba en su bolsillo, valía más que su propia vida; juntó saliva en su boca y la tragó con la prisa de un ladrón acorralado que intenta ocultar una gema o un diamante de sus captores. Al llegar, cerró las ventanas, apagó el móvil y se recostó en la bañera, buscando relajarse como le había recomendado el doctor.
Al cabo de unos minutos, un ruido fuerte la puso alerta. ¿Se había dormido?, no estaba segura pero el agua parecía mucho menos caliente. La ansiedad y el nerviosismo que sintió días antes de visitar el laboratorio, le provocaron insomnio. Se levantó, bruscamente, derramando agua en el suelo; se colocó una bata y recorrió el pasillo largo hacia el living. Varias cosas habían sido desplazadas y otras tumbadas, y un rastro de sangre condujo su atención hacia la chimenea.
“Mili, Mili”, llamó María, atemorizada, mientras chasqueaba los dedos, esperando que la gata saliera de la oscuridad de aquel hueco. Y sin sacar la vista de ahí, se inclinó, lentamente, buscando encender el velador. Tanteó la mesita hasta dar con la tecla, para descubrir que una criatura horrenda se estaba devorando a su mascota. El alarido emitido por la mujer logró espantar a esa cosa, que, con mucha agilidad, trepó por la campana, abandonando a su presa.
[Al día siguiente, por la mañana, la mujer retornó al consultorio. Estaba muy agitada y alterada.]
-¡Cálmese, señora! ¡Insisto: no fue real!
-¡Asesinó a mi gata!
-¡Su gata está bien, se lo aseguro! Solo fue un mal…
-¡Esa cosa no era mi hijo!
-Tuvo un efecto adverso a causa del estrés y el insomnio. Por eso le remarqué que era importante que usted se sintiera tranquila.
-Yo sé lo que vi.
-Lo que vio no fue real. El fármaco provoca un sueño vívido que debía haber sido hermoso, pero evidentemente no fue así.
-¿Y ahora qué hago? ¿Y si esa cosa sigue ahí?
-Vaya a su casa sin miedo; estará todo bien, se lo prometo. Y disculpe el mal trago.
Antes de cruzar la puerta de entrada de su casa, tomó un adoquín suelto del patio delantero. Le costó encontrar la llave correcta en el manojo que dejó caer, entorpecida por el miedo. Abrió la puerta y arrojó el objeto al percibir movimiento en el interior, y casi le atina a la pobre gata que, efectivamente, se encontraba con vida y sin un solo rasguño. Más allá de la grieta que había causado el proyectil en los cerámicos, todo estaba en orden. María corrió las cortinas para que ingresara la claridad del día, alimentó a la mascota y luego le quitó el tapón a la bañera para desagotarla. Se dirigió a la cocina para poner agua a calentar y desde ahí oyó chapoteos que provenían del baño. La misma criatura que la visitó en la noche, presionaba el cuerpo de un niño que se resistía en el interior de la bañera. La mujer tomó una cuchilla y corrió hacia el cuarto, decidida a enfrentarla. Pero llegó tarde; las últimas gotas de agua se escurrían entre sus dedos, hacia el desagüe, donde escuchó la voz de su hijo, llamándola: Maamiiiii.