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Uroboro (relato breve)

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Alan Chaya 1989, Vie Dic 22, 2023 6:04 pm

Uroboro

Era una de esas noches particulares en las que la Muerte parece tomarse un descanso. La doctora Keila González, realizaba el primer turno de 23:00 a 05:00 y estaba aprovechando la escasa actividad para continuar con la lectura de la novela que llevaba en su mochila desde hace ocho meses, sin dejar de levantar la vista, acostumbrada, hacia el monitor que le indicaba si había pacientes en espera.
Cuando el reloj marcó las 00:00, alguien tanteó el picaporte de la puerta del consultorio, que por las noches acostumbraba a mantener trabada, desde aquella vez que molieron a golpes a un compañero para asaltarlo. “Me distraje demasiado” –pensó ella, preocupada–. Abrió la puerta y se encontró con una señora muy avejentada a la que no dudó en dejar pasar sin preguntarle si se había anunciado en recepción. Le pidió que tomara asiento y volvió a su lado del escritorio.
―¿Qué la trae hasta acá, a esta hora y con este frío? -preguntó la doctora.
―Yo leí esa novela –contestó la anciana, ignorando la pregunta–, hace como cuarenta años si mal no recuerdo; me llevó más de ocho meses terminar de leerla.
―Bueno, no me cuente el final, por favor –dijo Keila buscando empatizar y reformuló la pregunta en un tono de voz más alto ante la posibilidad de que tuviera problemas de audición–. ¿Cuál es el motivo de su consulta?.
La anciana solo apoyó su mano derecha en el pecho, lo que le indicó a la doctora que debía tomar el estetoscopio para escuchar sus latidos. La ayudó a quitarse el abrigo y a desabrocharse la camisa y detuvo su atención en el extraño collar que esta llevaba; se trataba de una serpiente comiéndose su propia cola, formando un círculo.
―Qué hermoso collar –comentó Keila–. ¿Qué significa?. ―Es un Uroboro” –contestó su paciente–, y simboliza la infinidad y el retorno de las cosas.
Keila apoyó la campana fría del instrumento en el pecho de la anciana para descubrir, extrañada, que no se oían los latidos. “Disculpe, señora” –dijo ella–, “voy a pedir prestado otro estetoscopio porque el mío no funciona”.
Aunque no demoró más de un minuto, cuando regresó al consultorio, la anciana ya no estaba, y temiendo por su estado de salud, salió deprisa a la vereda; miró hacia ambos lados y corrió hacia la esquina más próxima. Revisó en el baño de damas e incluso en el de caballeros, pero no había rastros de la misma. Por último se acercó a recepción para pedir datos y la empleada administrativa le contestó que no se anunció nadie en las últimas tres horas. Retornó al consultorio, preocupada y pensativa, y encontró el collar extraño de la paciente entre las hojas del libro, y entendiendo que se trataba de un obsequio, comenzó a usarlo poco tiempo después.

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VaneP, Jue Feb 15, 2024 12:15 pm

Muy lindo. Y bien puesto el título, genera intriga.