David Foster Wallace
Publicado: Dom Dic 03, 2023 9:49 pm
Todavía es agua…
En Mayo de 2005, en el Keyton College de Ohio, David Foster Wallace leyó lo que (según la revista Time) es el mejor discurso de graduación jamás pronunciado. El hecho no es poca cosa.
En ese discurso, Foster Wallace deconstruye y analiza, a través de un chiste inocente, todas las bases de una sociedad en decadencia. Claro que fue una declaración de principios, pero también fue un llamado de atención, una voz que se alzaba en contra de las convenciones, el puño en alto que aún daba pelea.
Pocos años después, el discurso se transformó en ensayo; se publicó en diarios y revistas, hasta que en 2009, la Little Brown & Cia, lo convirtió en libro: y la historia lo transformó en mito.
Tanto es así, que cuesta conseguir grabaciones decentes en internet (por no hablar de lo complicado que puede resultar la búsqueda del video original), o una traducción precisa, o al menos una reseña. Los mitos viven en la memoria: son una especie de legado colectivo, algo que se encripta en nuestros corazones o en nuestra mente.
El chiste es fácil: “un pez viejo se cruza con dos peces jóvenes y los saluda diciendo: buenos días ¿Cómo está el agua hoy?... a lo que los peces jóvenes no saben qué responder”. La moraleja podría parecernos estúpida, pero es de una profundidad demoledora. Es horrible pensar en esos jóvenes que viven en el agua, sin saber que viven en el agua. La paradoja de nuestra vida moderna.
El discurso, lejos de tener ese tono edulcorado y artificial de las colaciones universitarias, es un golpe duro: un mazazo, que puede servir para despertar la conciencia o para ponernos en aviso de que la vida no es un jardín de rosas. Foster Wallace indaga temas tan profundos como la soledad, el individualismo, las dificultades para formar parte de un tejido social, que se empecina en dejarnos afuera. De ese materialismo absurdo y el sueño americano, concluye que la única salida, es la empatía: ponerse en el lugar del otro, sufrir con el otro, vivir en el otro.
“Perdón por arruinarles la fiesta”, dice en un momento; como si ese baldazo de agua fría debiera pedir permiso para derramarse sobre la cabeza de quien escucha. Demasiada lucidez, demasiada concentración de recursos para explicar las costumbres de un país que corría (y corre aún) en busca de su propia autodestrucción.
Tal vez por eso, la paradoja más grande de todas, es que el mismo Foster Wallace se suicidara poco después. Desde entonces, han pasado casi 20 años y cada una de sus palabras se torna más profunda, con mucho más sentido y más vigencia.
Sin embargo, todavía podemos salir a la calle, saludar a los peces jóvenes y repetir la pregunta. La repuesta, pareciera ser siempre la misma.
El mito sigue cobrando nuevas dimensiones y mientras tanto: esto sigue siendo agua.
En Mayo de 2005, en el Keyton College de Ohio, David Foster Wallace leyó lo que (según la revista Time) es el mejor discurso de graduación jamás pronunciado. El hecho no es poca cosa.
En ese discurso, Foster Wallace deconstruye y analiza, a través de un chiste inocente, todas las bases de una sociedad en decadencia. Claro que fue una declaración de principios, pero también fue un llamado de atención, una voz que se alzaba en contra de las convenciones, el puño en alto que aún daba pelea.
Pocos años después, el discurso se transformó en ensayo; se publicó en diarios y revistas, hasta que en 2009, la Little Brown & Cia, lo convirtió en libro: y la historia lo transformó en mito.
Tanto es así, que cuesta conseguir grabaciones decentes en internet (por no hablar de lo complicado que puede resultar la búsqueda del video original), o una traducción precisa, o al menos una reseña. Los mitos viven en la memoria: son una especie de legado colectivo, algo que se encripta en nuestros corazones o en nuestra mente.
El chiste es fácil: “un pez viejo se cruza con dos peces jóvenes y los saluda diciendo: buenos días ¿Cómo está el agua hoy?... a lo que los peces jóvenes no saben qué responder”. La moraleja podría parecernos estúpida, pero es de una profundidad demoledora. Es horrible pensar en esos jóvenes que viven en el agua, sin saber que viven en el agua. La paradoja de nuestra vida moderna.
El discurso, lejos de tener ese tono edulcorado y artificial de las colaciones universitarias, es un golpe duro: un mazazo, que puede servir para despertar la conciencia o para ponernos en aviso de que la vida no es un jardín de rosas. Foster Wallace indaga temas tan profundos como la soledad, el individualismo, las dificultades para formar parte de un tejido social, que se empecina en dejarnos afuera. De ese materialismo absurdo y el sueño americano, concluye que la única salida, es la empatía: ponerse en el lugar del otro, sufrir con el otro, vivir en el otro.
“Perdón por arruinarles la fiesta”, dice en un momento; como si ese baldazo de agua fría debiera pedir permiso para derramarse sobre la cabeza de quien escucha. Demasiada lucidez, demasiada concentración de recursos para explicar las costumbres de un país que corría (y corre aún) en busca de su propia autodestrucción.
Tal vez por eso, la paradoja más grande de todas, es que el mismo Foster Wallace se suicidara poco después. Desde entonces, han pasado casi 20 años y cada una de sus palabras se torna más profunda, con mucho más sentido y más vigencia.
Sin embargo, todavía podemos salir a la calle, saludar a los peces jóvenes y repetir la pregunta. La repuesta, pareciera ser siempre la misma.
El mito sigue cobrando nuevas dimensiones y mientras tanto: esto sigue siendo agua.