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Sed de ojal En una suave piedra tallaron lo que no se escribe se vuelve caníbal. El poeta escribe para no ser devorado o, al menos, para que lo no dicho no se coma aquello que se recuerda. Un poemario también guarda silencios, incómodos a veces, otros necesarios, como si se tratara de una antigua lata de té que solo una madre puede transformar en cofre del tesoro o costurero. Entre los puntiagudos alfileres y los surtidos botones de colores, conmueve la delicadeza de tantos versos enredados entre los hilos. Quizá las manos de un niño pueden aprender a bordar jardines floridos, pero las madres a veces son terribles y con diminutas tijeras recortan lo que no se desea: no está bien que los varoncitos borden o escriban poemas. El poeta hila el pasado y la fantasía del niño armando en este libro un collage fantástico lleno de superhéroes musculosos, primeros amores, fotografías de antaño, páginas arrancadas a libros que fueron refugios y secretos inconfesables. El poeta quiere tejer un puente que lleve a ese pueblito matarife donde los mayores no quieren mirar y ocultan aquello que les da pavor entre tantos remiendos: la invocación de la infancia de un niño que se supo raro y que fue maldito por eso. NICOLÁS DOMÍNGUEZ / Ver los comentarios para este libro |
Dale like si te gustó: 212 likes | Así escribe: "MECANISMOS DEL SILENCIO // los callados / —los que fuimos acallados— / reconocemos los mecanismos del silencio // organizamos el calendario del deseo / sembrando desiertos sobre la piel que / —ante la mínima posibilidad de agua— / florece" / PEDRO SANTOS DELUCA vive en Mercedes, provincia de Bs. As. Es profesor de Literatura y coordina espacios de lectura y escritura. Desde el año 2020 organiza el ciclo de Instagram Poesía Dominguera que ha puesto en contacto a poetas de todo el país. Esta experiencia quedó plasmada en la antología Paisajes de la infancia: Poesía dominguera, vol. 1 (Cartografías, 2021) y derivó en los encuentros autogestivos Confluencia, que se realizan trimestralmente en la ciudad de Mercedes. En diversos talleres de creatividad y escritura profundizó las ideas para dos de sus primeros poemarios. Simón tras la piedra (del Dock, 2022) y Sed de ojal (Diotima, 2023). |
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Tragar sin masticar Darle al pico, listo el pollo, la piel de judas, metele pata, como bola sin manija. Las voces de Alberto Fernández San Juan tienen un efecto que gatilla dentro nuestro, en lo profundo. Su narrativa transmite contenido, -subjetivo, social, existencial- pero también establece contacto con el lector por la cadencia interna de su prosa, por esa manera reconocida en que hablan sus personajes, que es única y a la vez universal. Sus maneras pintan en nuestra mente una familia, un barrio, maneras de vivir y de ver el mundo; irradian sentido y nos transportan a un zaguán o a un porche, a una plaza o a una iglesia, una oficina, un tren o un tranvía. Los lugares en estas historias son cercanos: familias en sus casas, en ese barrio o pueblo chico. Pero como toda buena literatura, lo que sucede dentro aparece vagamente ladeado e incorrecto. El drama de la vida, tratado con impertinencia y desfachatez, hace que estos cuentos nos interpelen. Alberto Fernández San Juan subvierte lo cotidiano volviéndolo inquietante y extraordinario. Entonces una madre abandona a sus hijos; las viejas son decrépitas y los chicos impertinentes. Claro que esa hilaridad sardónica -con aires de Copi, Manuel Puig, Aurora Venturini- encubre una visión seria de las cosas, donde lo más humillante y espantoso está, pero sin que nos demos cuenta. Como ese trago amargo y vivificante al mismo tiempo, estos cuentos, reconfortan y nos vuelve más empáticos con la tragedia del mundo. Laura Galarza / Ver los comentarios para este libro |
Dale like si te gustó: 212 likes | Así escribe: "Desde las mesas vecinas, parecen turnarse algunas de mis viejas compañeras de curso para venir a saludarme. Vienen cargando algún bebé, o con chicos a la rastra. Me dicen dos pavadas y se vuelven a su mesa enseguida. Las tres marías ya tienen organizada su mesa como un clan familiar autónomo. Cuando me estoy convenciendo de que armaron esta mesa para mí sola, veo que se aproximan Coca y Graciela, vestidas casi iguales, sobrias, sin colores estridentes, apenas maquilladas. Parecen contentas de verme. No bien se sientan, empiezan a hacerme preguntas que me descolocan: si me casé, si me separé, si tengo novio, si tengo hijos, si me gusta alguien de la fiesta. El interrogatorio de “Revista Hola” se interrumpe cuando, siempre torpe, se abalanza sobre la mesa Guillito, el traga del curso. Habla hasta por los codos; no se le entiende nada. Las chicas aprovechan para hacerle el cuestionario amoroso. Quedan dos sillas vacías. Cuando el animador da la orden de sentarse, estas se ocupan. Una de las recién llegadas es Marcela. A la otra no la reconozco enseguida. Cuando me saluda con apatía, me doy cuenta de que es la que llegó en quinto año. Marcela está tal como la recuerdo: enérgica, suave, lejana. Me saluda como si apenas me conociera. Pensar que éramos inseparables las tres, hasta que Silvana y yo nos fuimos a estudiar... " / ALBERTO FERNÁNDEZ SAN JUAN es escritor, actor, dramaturgo y director teatral. Obtuvo la Beca Familia Podestá en 1996. Como narrador, se formó con Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Hebe Uhart. Publicó "Mal llevados" (Paradiso, relatos, 2019) y "Más vale una oración que una lágrima" (Paradiso, novela, 2022). Como dramaturgo es autor de "Lunamante", "Garras de seda" y "Buenas y Santas". Participó de las antologías "Letras desde el encierro" de PEN Internacional Puerto Rico y "Así vivimos", de PEN autores latinoamericanos. |
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Reunir Reunir narra la historia de una familia que se enfrenta a los cambios que provoca el deterioro y la muerte de uno de sus miembros, la abuela. En el relato, compuesto en dos partes, Ruinas escrita de manera coral y Ruidos contado por el abuelo ya viudo, se acercan las vivencias, las percepciones, las angustias, los deseos y las decisiones, muchas veces contradictorios y en tensión, que transitan y toman la enferma y sus seres queridos, y ya después los deudos. La historia nos enfrenta a situaciones que inevitablemente ocurren y nos interroga acerca del por qué y del para qué de la vida, y bucea en la construcción de los recuerdos y la memoria, y en cómo se proyectan nuestros seres queridos en nuestras vidas. Cómo vivieron, qué nos dejan, qué significan, cómo encaramos la ausencia, el duelo y la presencia latente y viva de los muertos. Una familia integrada por unos abuelos, los hijos, los colaterales, los nietos y hasta una bisnieta, todos sin nombre y sin más identificación que la relación familiar que ostentan, nos permite reflexionar sobre estas cosas y sobre los sentimientos y las reacciones que generamos las personas. Mariano Liszczynski, con un leguaje preciso, logra sintetizarlo. / Ver los comentarios para este libro |
Dale like si te gustó: 209 likes | Así escribe:
Cabeceo, hago alguna cara, un gesto con los ojos o
con las manos; son movimientos cortos, toscos, pero que
transmiten algo; espero que no sea compasión ni pena, no
me gustaría, pero qué puedo pedir, si tengo todo roto…
La voz no me sale, los dedos me duelen, la columna se
me dobla y me aplasto contra el colchón o contra los
almohadones que colocan de respaldo para que se me
atenúe el dolor y esté cómoda, ¡cómo si no lo estuviera!
Quizá transmita eso: tranquilidad. Porque la tengo, a pesar
de mi deterioro y del dolor que les provoco. Yo sé qué
hice, que viví, que me di gustos; también tuve disgustos,
y ahora los disgusto con este estado mío.
Nacido en 1973 en Buenos Aires, Mariano Liszczynski es profesor universitario y escribir es parte de su rutina profesional. También lo hace literariamente con cuentos y poesía, y desde hace unos años con la novela. Vive junto con su esposa y sus mascotas en un barrio con mucho espacio verde que vibra con el fútbol. Es un lector empedernido, disfruta los encuentros con amigos y la familia, y le gusta apreciar la naturaleza, la buena música y buenas bebidas. Estimular la mente imaginando mundos que abstraigan de la realidad pero sean reales es algo que lo desafía. |
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